Los trescientos años de la Biblioteca Regional vistos desde su blog.

El primer día de la BNE

Jueves, 1 de Marzo de 2012- 09:16

El día 1 de marzo de 2012 se cumplen 300 años de la apertura al público de la Biblioteca Nacional, entonces llamada Real Biblioteca Pública.

El rey Felipe V dio el visto bueno a la creación de la Real Biblioteca que le proponía su confesor, el padre Robinet, el 29 de diciembre de 1711. Ésta es la fecha que se ha utilizado para señalar nuestro Tricentenario. Sin embargo, con el país enfrascado en una guerra sucesoria que aún no había finalizado, habrían podido ocurrir muchísimos percances que impidieran la creación de la Biblioteca. Habría sido un proyecto más que quedó inconcluso y hoy no estaríamos celebrando nada.

Ese 29 de diciembre de 1711 no existía la BNE. No había bibliotecarios. No había instalaciones. Existía un papel con la firma de un rey que no era reconocido como tal ni por parte de la población española ni por parte de las potencias europeas. Esa firma no valía absolutamente nada para todos ellos. Y libros… sí, había libros, pero encerrados en un torreón del Alcázar. Acumulados durante siglos por los Austrias, se unieron a cerca de seis mil volúmenes más que trajo consigo Felipe V desde Francia. Estaban inventariados pero no eran accesibles al público.

El 9 de febrero de 1712 se da la orden a Teodoro Ardemans de que establezca una “sumptuosa biblioteca” en el pasadizo que unía el Real Alcázar con el convento de la Encarnación. Es decir, había pasado un mes y medio y seguíamos sin tener algo a lo que pudiéramos llamar biblioteca.

Esta Real Biblioteca abrió al público el 1 de marzo de 1712, con muchos trabajos de reforma aún pendientes. La apertura coincidió con la llegada de los volúmenes incautados de la biblioteca personal del Arzobispo de Valencia, Antonio Folch de Cardona, cuyo apoyo al Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión le costó el exilio en Viena.

Esta apertura al público fue bastante provisional. Hasta diciembre de 1715 no se establece legalmente el medio de financiación de la biblioteca (“dos maravedís por cada libra de tabaco”) y hasta enero del año siguiente no se aprobaron las primeras Constituciones para regular su funcionamiento.

El primer Bibliotecario Mayor, Gabriel Álvarez de Toledo y Pellicer de Tovar, trabajó en un vacío legal hasta su muerte en 1714. Junto a él había otros tres bibliotecarios: Juan Francisco de Roda, Antonio Dongo Barnuevo y André Arnaud. Cuatro personas para la que iba a ser toda una Biblioteca Nacional, trabajando, además, por amor al arte: sus salarios no se fijaron hasta 1716.

La idea era hacerla accesible a todos los estudiosos del reino. O lo que es lo mismo: muy poca gente: el público alfabetizado, varón y noble de la época. Casi todos madrileños, salvo que pudieran permitirse el viaje.

El 1 de marzo de 1712 pudieron entrar por primera vez. No tenemos narraciones ni mucho menos grabados o dibujos del momento. Desconocemos los nombres de los primeros usuarios, pero sí sabemos que no necesitaban ningún carné. Y, al igual que ahora, solicitaban los libros al bibliotecario, que se los servía en los puestos de estudio.

Javier Pavía Fernández
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