De la lectura a la escritura.

Inauguramos una nueva sección dentro de esta bitácora. La hemos titulado de "La lectura a la escritura" y deseamos que sirva para que se animen a publicar todos esos escritores en sombra que tenemos en nuestro centro.



Aquí os dejo el primer relato.
Gracias M. por compartirlo con nosotros.
Gracias, Abraham, por fomentar estas actividades desde tus clases.


La entrañable historia de los numeritos

Érase una vez (el veinti algo de diciembre de no sé qué año), en una comunidad autónoma uniprovincial del sur de España cuyo nombre nadie sabe, en uno de sus muchos institutos públicos, un curso bilingüe de numeritos aprendía en su clase de Educación para la Ciudadanía, o lo que es lo mismo para ellos: Matemáticas.
Había nada más y nada menos que 33 numeritos. Cada uno tenía su nombre: Martita, Carmencita, Juan Carlicos, Mari Carmencita, una chica marginada por tener un nombre que nadie sabe decir, y demás nombres acabados en diminutivo.
Por supuesto, tenían un numerito profesor llamado Abramhamcito. No voy a describirlo n física ni psicológicamente porque eso podría influir en mi nota, o en el odio que sientan mis compañeros hacia mí. Aunque claramente, esta historia no está basada ni en hechos, ni en personas reales.
Pero continuemos introduciéndonos en este matemático cuento. Los numeritos aprendían cada día en Educación para la Ciudadanía como relacionarse con otros numeritos de distintas formas, como robarle la mitad de las manzanas que lleva Pedrito en la mano y como resolver sus problemas. Y es que, aunque parezca un chiste malo, que no lo es, estos numeritos causaban muchos problemas.
Al profesor Abrahamcito le costaba mucho enseñar cosas a sus alumnos, dada su considerable deficiencia mental.
– A ver, chicos. ¿Qué son Carolinita y Sarita cogidas de la mano?
– Lesbianas, profesor- respondió el gracioso numerito X, cuya cifra no quiero especificar (si quieres saber quién lo dijo, resuelve la incógnita).
– No, son 53.
Y es que nuestros queridos numeritos no son muy dados a pensar con lógica alguna. Pero ése no era el único problema en la clase. Existían desigualdades y alguna que otra enemistad entre los numeritos de la clase. Que si los pares son más chachis que los impares, que si unos son del Real Dividir y otros del Periodo FC y cosas por el estilo. Por ejemplo, un día, el matón numerito 5 (y con esto no me refiero a nadie) se metió con el pringadillo numerito 7 (esto es posible que se refiera a alguien...).
- Tú, numerito 7, espérame a la salida que te voy a meter una división que vas a tener hasta ceros a la izquierda.
- ¡No, por favor! ¡Los ceros a la izquierda no! Todo el mundo sabe que quedan fatal en los números enteros- gritó el pobre numerito 7, temblando de miedo.
Pero su amiga la numerita 9, que era muy lista, intentó consolarle:
–Tranquilo, 7. Eres un número primo, no te puede dividir nadie nada más que el número 1 o tú mismo.
–Es cierto. Gracias, amiga numerita 9. Siempre me animas cuando estoy negativo.
Algunos se dedicaban a molestar a otros numeritos durante la clase...
– Abrahamcito, el numerito 6 no para de tirarme gomas y estoy a lápiz.
– Abrahamcito, el numerito 6 me ha pegado un exponente en el pelo.
– Abrahamcito, el numerito 6 me ha dicho que doy mala suerte.
Entonces, claro, Abrahamcito termina hasta las narices de los numeritos.
– ¡Numerito 6, no insultes al numerito 13 y deja al resto de tus compañeros en paz!
El numerito profesor, que ya estaba muy harto del comportamiento de sus alumnos, decidió hacer que sus numeritos se llevaran bien de una vez por todas. Así que el la siguiente clase de Educación para la Ciudadanía les obligó a aprender todo lo que tenían que saber para ser unos buenos numeritos. A los que no aprendían los sometieron a diversas torturas medievales o simplemente MURIERON.
Y así fue como los numeritos aprendieron a llevarse todos bien y a quererse de una forma vomitiva y empalagosa. Los guays empezaron a enseñar a ligar a los pringadillos:
– Lo esencial para conquistar a una numerita es contarle el mejor chiste numérico del mundo: “Van dos y se cae el del medio”.
Aunque algunos aprendieron a hacer maldades en equipo para fastidiar a los alumnos de 3º de la ESO. Que si ejercicios de radicales, unas divisionacas con unos dividendos enormes, que si potencias… Pero luego la cosa fue a peor y los numeritos se chutaron fairy demasiado. Entonces empezaron a desvariar: que si hay que elevar una potencia a otra potencia, que si hay que sumar raíces y multiplicar fracciones, que si notaciones científicas, que si calcula el número de pelos rubios que tiene mi amigo en el sobaco y también no sé qué de unos Teletubbies y Caillou.
Pero a pesar de todo, gracias al profesor Abrahamcito, todos celebraron la Navidad juntos y felices. Sobre todo cuando hicieron el amigo invisible.

M.A.V.

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